En el término medio
Si bien
es cierto que en ningún lado se atan los perros con longanizas
esto puede ser por tres causas: 1) o porque no andamos sobrados de longanizas,
2) o porque el atado no resiste la fuerza del perro… o 3) porque lo normal es
que el perro se coma las longanizas y se suelte. Nada es imposible con un buen
amaestrador y lograr cambios de conducta individuales es fruto de una educación
bien dirigida desde la cuna a la sepultura más que de multas y ordenanzas. Como
dice el Poema del Cid: ¡Dios, que buen vasallo! ¡si oviesse buen
Señor! pero también como dijo aquel Presidente de Gobierno español
decimonónico sobre sus propios diputados ¡Joer, que tropa!
Vengo de andar 4 días por Europa y aunque esto de aquí no es
África ni nada parecido, cuando digo Europa quiero decir por la parte europea
que cultural y económicamente es algo palpablemente muy diferente de nosotros
en muchas cosas. No afirmaré que aquello sea mejor que esto porque no creo en
las comparaciones de matices parciales ni en la maldad despectiva que hacen
algunos descerebrados por separar los europeos entre ellos y los PIGS del Sur (acrónimo de Portugal-Italia-Grecia-Spain para formar la palabra
Cerdos en inglés por eso de la crisis económica) pero sí digo que lo nuestro es muy
mejorable, en demasiadas cosas, cuando confundimos la alegría de vivir con el egoísta
relajo agresivo barra libre de exceso o jolgorio y la
molestia al prójimo por daño colateral siempre obligatoriamente disculpable
para quien sufre mi alegría vital. ¡Porque
nosotros estamos de fiesta y tú tienes que comprenderlo!
Me fije en pequeños detalles más allá del paisaje, la
gastronomía y la cultura particular del país que visitaba. Noté que las
edificaciones urbanas mantenían su tipología y altura mayoritariamente de 3
alturas a pesar de ser ciudades con más de 100.000 residentes fijos, vi el
mobiliario urbano y la iluminación en dosis adecuadas a la necesidad humana sin exceso
barroco de nuevo rico que pone mucho de todo para aparentar boato y
generosidad. La luz urbana era tenue pero suficiente, bastaba para ver y leer un plano callejero, no había exceso múltiple
de farolas lo que permitía ver el cielo y la luz no entraba en los domicilios
privados por las ventanas. No vi contenedores pero si bolsas de colores en la
acera con basura separada según papel, botes o cristal en los que por ser
trasparentes hasta se apreciaba cierto orden de colocación de los envases. La gente te ve pero no te mira, como lo
prueba el no ser atropellado por numerosos ciclistas circulantes que deambulaban en bandada y que de forma
chocante no iban uniformados por ropa deportiva Decathlon a modo disfraz de ciclista porque se notaba que el uso
del velocípedo era por transporte y no por ocio gimnástico; no percibí música
ambiental en los locales de hostelería y el vocerío era inexistente incluso en
las concentraciones de estudiantes ociosos. No vi apenas mendicidad siquiera en
la puerta de Iglesias y Monumentos ni top manta, ni en puerta de restaurantes acoso agobiante
al paseante por quienes entienden la oferta comercial como parany (trampa cinegética) caza-incautos callejeros.
Las terrazas llenas de fumadores pero sin tapar la calle ni ocupar la calzada, escaparates dentro de su local y no en las aceras; nada de vocerío ni hacinamiento, tranvías y autobuses pasaban con frecuencia y anoto con grata sorpresa que en una ciudad que combinaba el parking con el bus urbano gratuito la propia taquillera nos facilitó el chapurreado lingüístico contestándonos en perfecto castellano.
Eran días laborables, pero cuando las había, pocas Grúas y ruidos de maquinaria en la obra percibí, y ciertamente las calles y zonas no eran un guirigay de zanjas y vallas, tampoco camionetas de reparto se notaban por el callejero y curiosamente pocos cajeros de banco se percibían; mucho menos colas para nada ni anuncios llenándote la vista panorámica del paisaje en el que si había escombreras no se veian.
Mi viaje fue por libre, a mi aventura, sin eso llamado paquete todo incluido, me busque la vida para comer y cenar notando los precios por su elevado nivel salarial y el 21% de IVA, pero al final se equiparaba el gasto pues, con raciones tan generosas, era innecesario muchas veces el consumo ritual de varios platos y postre. Servicio y calidad era característico y generalizado. En suma que la diferencia en calidad residencial se aprecia superior y el modelo turístico y de ciudad, que tenían muy claro, a simple vista les funcionaba.
¿Qué de dónde hablo? Visité la ciudad donde nació nuestro
Carlos I de España y V de Alemania y la ciudad donde nació su hijo Felipe II de
España, el que compró nuestra Torre del Rey. Solo digo que por aquí Hay mucho por mejorar en cosas simples que gratificarían la vida residencial. ¡Ah! Al no tener prensa ni tv al alcance fue todo un descanso no sufrir el debate mediático nacional y no escuchar la cantinela diaria de sinsustancias con las que se nos bombardea como anestésico contra la crisis.