Da grima ver comercios que cierran temporalmente para instalarse en un chamizo temporal en la acera, a modo top-manta tendero, como opción ilusionante para rentabilizar puentes que le salven la temporada. Y la cotorra que define con sorna valenciana una vida comercial es difícil de alimentar entre ancianos y gente de poco arraigo o magros recursos, sean foráneos o visitantes,
Qué la cosa se
quiera resolver mediante rifas, sorteos de coches, cestas de navidad, vales de
compras o lo que sea, me causa estupor pues es idea facilona como recurso pero de sublime
pasa a grotesco cuando se llega a ofertar por premio el pagar un año de
hipoteca, o un sueldo anual, o cuando como en el calendario del año venidero se anuncian más premios- regalos que el número de habitantes que tenemos censados.
El chiste es que todos tendríamos premio seguro de no ser por la apostilla del ripioso pareado, que nos avisa que solo es juego pensado para visitantes en vacación "de paso". Ya es sabido que de lo sublime a lo ridículo hay una linea delgadisima: acierto fue sacar excedente de uvas introduciendo su consumo en las campanadas de Nochevieja, memez es querer implantar el cambio de grano de uva por gajos de mandarina que se propone. Aquí nadie sale de la ramita de perejil a San Pancracio o el ponerse "gayumbos coloraos" para año nuevo.
No veo el día en que se adopten medidas serias y reflexivas lejos de copiar iniciativas peregrinas que solo buscan el gasto clientelar en plan ruta de tapas, del sabor, del gin-tonic o la boniatada que sea copia del caletre ajeno, con tal de hacer caja.
No se aprecia o no hay nivel para estudiar el mercado potencial, analizar la realidad y atemperar la astenia comercial y los males inherentes tanto a la temporada como a las posibilidades de la endeble estructura socio-económica de la localidad. En el Polo se puede montar una fabrica de hielo pero... vender hielo en el Polo es una temeridad.
La tentación de Ocupar la vía Pública o La calle es mía (del que manda).-
El chiste es que todos tendríamos premio seguro de no ser por la apostilla del ripioso pareado, que nos avisa que solo es juego pensado para visitantes en vacación "de paso". Ya es sabido que de lo sublime a lo ridículo hay una linea delgadisima: acierto fue sacar excedente de uvas introduciendo su consumo en las campanadas de Nochevieja, memez es querer implantar el cambio de grano de uva por gajos de mandarina que se propone. Aquí nadie sale de la ramita de perejil a San Pancracio o el ponerse "gayumbos coloraos" para año nuevo.
No veo el día en que se adopten medidas serias y reflexivas lejos de copiar iniciativas peregrinas que solo buscan el gasto clientelar en plan ruta de tapas, del sabor, del gin-tonic o la boniatada que sea copia del caletre ajeno, con tal de hacer caja.
No se aprecia o no hay nivel para estudiar el mercado potencial, analizar la realidad y atemperar la astenia comercial y los males inherentes tanto a la temporada como a las posibilidades de la endeble estructura socio-económica de la localidad. En el Polo se puede montar una fabrica de hielo pero... vender hielo en el Polo es una temeridad.
La tentación de Ocupar la vía Pública o La calle es mía (del que manda).-
La señal prohíbe
aparcar en la Plaza desde las 6 de la mañana por “evento navideño” y veo que el
invento consiste en viento de hinchables para niños (aparataje que se sabe es de dificilísimo
montaje) que por calendario es más de Adviento que de Navidad. No hay nada que
identifique el tinglado con lo religioso y navideño. El follón es de tal cariz
que para solazar a media docena de niños que es lo que se ve esta gélida mañana
al mediodía (hasta las 1500 h) se provoca el gratuito colapso ciudadano y el
incordio vecinal. Esa misma mañana se montaba un parque temático hinchable en
otra explanada cuyos operarios (civiles privados y laborales municipales) se ponen música loca
mientras trabajan en la instalación de otro suflé de
viento. Creo sinceramente que falta un hervor de ideas y sobra el gasto
insustancial de dinero en cucamonas, nonadas y niñadas.
El evento navideño era cosa del cacumen o magín de la Concejalía de la Juventud, que remataba la voluntarista jornada de medio diciembre disfrazándola de Navidad junto con una disco-móvil y cena de sobaquillo (en gélida fecha y con poca afluencia de público como para estar en descampado o bajo sombrajo de lona) y es que, en esta España de mis dolores, hay carencias pensantes de calado entre politicos, politiquillos, politicastros y aficionados en relleno-florero de listas. El Pan y Circo de siempre pero en low cost.
El batiburrillo entreverado de confusas políticas sobre Cultura-Comercio-Juventud-Festejos que se tiene en los pueblitos con un denominador común: Ocupar la calle, poner música a todo decibelio y vender de baratillo al aire libre en plan ambulante ; confundiendo consumo y ocio, multitud ociosa con éxito de ocio y aglomeración peatonal con organización urbana de eventos.
Dinamismo comercial con flujo de retorno a ninguna parte.
Lo malo es que se confunde la cantidad con la calidad y no es raro que se superpongan los eventos en "competencia desleal" con el comercio fijo o incluso entre las mismas ferias y eventos entre sí, que se torpedean robándose la poca afluencia y capacidad de gasto casi en contra-programación de calendario, superponiéndose mercadillos medievales con mesones de tapas y locales fijos, dando más oferta que demanda en las mismas fechas y lugares. Mención aparte merece el bloqueo de calles, falta de aparcamientos y molestias vecinales sin miramiento alguno a nada ni nadie que no sea el bofetón de autoridad y monopolio sobre todo lo que se mueva en la parroquia. Es de pasmo la constante suplantación hostelera de lo municipal con la oferta de cotillones en sede comunal, cenas de año nuevo, reyes y otras fiestas de calendario, sin que se vea el menor rictus de desagrado o queja por ello entre los damnificados.
El batiburrillo entreverado de confusas políticas sobre Cultura-Comercio-Juventud-Festejos que se tiene en los pueblitos con un denominador común: Ocupar la calle, poner música a todo decibelio y vender de baratillo al aire libre en plan ambulante ; confundiendo consumo y ocio, multitud ociosa con éxito de ocio y aglomeración peatonal con organización urbana de eventos.
Dinamismo comercial con flujo de retorno a ninguna parte.
Lo malo es que se confunde la cantidad con la calidad y no es raro que se superpongan los eventos en "competencia desleal" con el comercio fijo o incluso entre las mismas ferias y eventos entre sí, que se torpedean robándose la poca afluencia y capacidad de gasto casi en contra-programación de calendario, superponiéndose mercadillos medievales con mesones de tapas y locales fijos, dando más oferta que demanda en las mismas fechas y lugares. Mención aparte merece el bloqueo de calles, falta de aparcamientos y molestias vecinales sin miramiento alguno a nada ni nadie que no sea el bofetón de autoridad y monopolio sobre todo lo que se mueva en la parroquia. Es de pasmo la constante suplantación hostelera de lo municipal con la oferta de cotillones en sede comunal, cenas de año nuevo, reyes y otras fiestas de calendario, sin que se vea el menor rictus de desagrado o queja por ello entre los damnificados.
No nos engañemos, además de jugar al pic-nic campestre de la fiesta urbana sobre el callejero y el gusto por los campamentos bohemios o la idealizada alegría de vivir del nómada trashumante, no se acomete nada con seriedad suficiente y por eso faltan esas tiendas que ponen orgullosamente desde o since tal año funcionando, lo que evidencia un virus letal que agosta los agostos del comercio no superándose la infancia en la vida media de los establecimientos.