sábado, 12 de diciembre de 2015

La bajada al llano de Orpesa

Las cosas no suceden por azar ni casualidad, tienen su propia dinámica y razón de ser aunque a veces los mismos protagonistas se explican lo ocurrido atribuyéndolo a razones que si no son verdad, no son al menos toda la verdad, ni la razón última de las cosas. Vengo a decirlo por cuanto que en 1962 cuando se decidió construir un edificio para local del nuevo ayuntamiento en la calle Leoncio Serrano  se nos dice  que la decisión se basaba en el auge turístico por esa obstinación orpesina en referirlo todo a eso del veraneo temporero sin saber que en realidad esa bajada del Consistorio al llano era simple y llanamente el culminar un proceso evolutivo urbano iniciado ya hacía medio siglo de traslación al llano de la vieja villa amurallada que no acababa de cuajar por el retardo institucional en aceptarlo. Tal vez fuera cierto que la dificultad de acceso y desplazamiento les hacia  incómoda toda gestión a los foráneos y que el aumento de asuntos y tramites municipales que ese fenómeno turístico provocaba fuera causa de debatir la conveniencia de un nuevo local más idóneo y espacioso pero lo cierto es que su traslado al punto que se realizó era obligado de tiempo atrás, desde que el eje neurálgico de la Villa se había desplazado al llano siguiendo las calles que enlazaban Carretera y Estación poblándose el llano como casco urbano residencial. Desde 1570/ 1589 cuando se amuralla un recinto para repoblar, quedaba Orpesa cerrada por 3 puertas constreñida en una montañita, con calles estrechas en vericuetos empinados sin áreas libres ni espacios para la relación social y convivencial del vecindario. Solo se alteró en parte cuando en 1865 se vio la necesidad de añadir un camino de enlace a la Estación de ferrocarril pero no fue por crecimiento ni expansión sino por comunicación. Cuando en el XX Oropesa crece y se expande por el llano primero lo hace su gente y después la vida oficial que se resite a abandonar el casco viejo siendo que la vida comunal ya se hacia abajo: Escuelas en el 31, Ayuntamiento en el 62; Iglesia en 
  A lo largo del XIX, en su segunda mitad,  las necesidades defensivas de las ciudades parecen hacer obsoleto el amurallamiento medieval y se les tiene a las murallas como corsé asfixiante, con sus puertas y accesos limitados,  pues, con razón, piensan que obstaculizan las necesidades expansivas de crecimiento y desarrollo industrial urbano.
   En 1840 Barcelona, 1865 Valencia, los ayuntamientos derribaban sus murallas buscando una expansión urbana y aparece una Ley del Ensanche (29 jun. 1864) para  crecimiento de las poblaciones, posibilitando el edificar en extramuros por particulares, pero en Oropesa este crecimiento era superfluo pues no había gran masa de vecinos, aun quedaba espacio en su interior amurallado y no había necesidad de bajar al llano, ni siquiera a la carretera que pasaba por sus pies.
  La vía férrea creada en 1865 se quedó sin estación de parada ni apeadero y solo en 1886, cuando se construyó esta estación, se plantearía la necesidad de comunicar el pueblo y la estación. Pero se habla de crear caminos de enlace no de urbanizar zonas.
  La realidad del XIX es que municipalmente apenas se planteaba otra cosa urbanística que conceder permiso para edificar en un solar vacío, de los existentes dentro de la Villa y sus muros. En 1906 Severino Gimeno Claret elevaba instancia para ampliar su posesión al terreno sobrante de la vía pública en la C/ Cárcel solicitando unos 40 palmos de largo y anchura tantos como sean los que abrazan la que tiene el Horno llamado de Severino. El ayuntamiento acoge con agrado esta petición pues se dice “por ver negocio municipal si el resto de los vecinos pide lo mismo” AMO. AP.43, fol. 29r.
En realidad se trataba de ocupar un espacio en desnivel sin provecho que ampliaba las traseras de unas casas como se observa por la falta de puertas a un lado mientras que las del otro son puertas abiertas en la muralla para edificar extramuros en la ladera inmediata. 

  Un siglo después, sobre 1910, ese callejero y esos nombres son reflejados por Sarthou Carreres en un plano de población de su obra Geografía Provincial de Castellón  y Oropesa sigue encerrada en su muralla con apenas el ensanche de una calle sin acabar  hacia la carretera y un pequeño caserío a la orilla de esa carretera[1].    En rigor había dos razones por las que fue innecesario el derribar las murallas: Uno, porque se le habían adosado casas a ambos lados de sus paredes formando cuerpo entre sí  con la muralla y, otro, porque estando el recinto amurallado sobre un fuerte escarpe de la montaña era inútil derribar lo que no permitiría el acceso al llano por su escarpada ladera.
   Fue la necesidad de enlace con la carretera primero y la estación de ferrocarril después, lo que determinó que entre casas y patios o almacenes anexos se crearan calles sobre los caminos de enlace, entre el pueblo y estos puntos, pero la vida oficial y comunal perduraba dentro del caserío amurallado.

En los 20 al 30 del XX se hablará de una zona del ensanche donde se ubicaran las escuelas urbanizando poco más de 2 nuevas calles con 2 transversales interiores. Ahí se colocaron las escuelas municipales en el lugar que hoy ocupa el mastodóntico Edificio consistorial actual. El eje fue la que se llamó calle Leoncio Serrano y dio ocasión a enlazar carretera y estación en un proyecto futuro que se frustró por la guerra.
  Tras la guerra civil se retoma la expansión urbana pero ya hacia la estación del ferrocarril, alrededor de la avenida que se llamaría del Generalísimo, este crecimiento tardaría décadas en culminar y la tónica general fue erigir casas de una planta y patios almacenes anexos.
 Oropesa pasaría al llano para auto encerrarse entre nuevas murallas: El Barranco- La vía férrea y la Carretera Nacional que le ciñen y nunca supo resolver el embrollo de sus salidas y entradas, ni desliar la madeja en el irresuelto vericueto de las comunicaciones zonales entre sus puntos.
La muralla no se derruye porque esta embutida entre las casas, difuminada y desdibujada por ambos lados del muro debido a su denso adosado de viviendas al lienzo, por lo que apenas es perceptible hoy en día sus tramos. 
Las únicas actuaciones sobre ella se reducen a abrirle dos boquetes para propiciar dos salidas: Una en la esquina noroeste de la muralla y al pie del castillo, se trata de la zona donde se ubicaban corrales para el ganado y para dar salida a la calle de Arriba hubo que expropiar alguna casa para ello, abriéndose una calle en pendiente terraplenada hacia la llamada Punta de les Roques (actual Plaza de Toros) sin que su nuevo uso influyera en el secular y tradicional acceso (calle Moncofá) que existía desde la carretera hacia el pueblo proveniente de Castellón.

El otro boquete se sitúa en la esquina sureste de la muralla, al final de la calle San Antonio o de la Cárcel, pretendiendo dar salida hacia los lavaderos, ubicados en la hoy llamada Plaza de la Constitución y por aquel tiempo se le conocía como la Alameda, y esto obligaría a una gran escalinata para superar el desnivel que hay entre esta brecha y el llano. De ahí el popular nombre de Les Escaletes con el que se conoce ese tramo hoy remodelado en intrincados rellanos, cuando siempre fue una larguísima rampa de peldaños.
Además del impacto sicológico de abrir salidas en los cuatro puntos esquinados de la muralla ninguno, de estos dos nuevos accesos al recinto amurallado, tuvo gran trascendencia futura para la vida vecinal ante sus características de difícil uso y tránsito.
Recuerdo del Ayuntamiento de Oropesa del XX en el periodo1962-2012, hoy derribado por la piqueta: .-
 El viejo ayuntamiento de siempre,  La Casa de la Vila, desde siglos atrás, de cuando Orpesa solo era lo que cabía y existía dentro de su muralla, apenas era una estrecha casita de una planta, una más de las que componían la calle de la Pelota sin más boato ni lujo que una simple morada con pocas habitaciones y ni siquiera era el centro de la Villa pues quedaba esquinada, sita un poco a trasmano de la placita de la Iglesia la cual por uso en conmemoraciones religiosas o festivas como centro de reunión vecinal era apenas un rellano triangular; la única explanada disponible para actos colectivos festeros como el Ball de Plaça  además de los religiosos conmemorativos.  En 1927 se inaugura en extramuros un edificio como local de reunión social: La Sociedad Instructiva Recreativa y, a su pie, a escasa distancia fue donde en 1962 con encomiable acierto y determinación, a pesar de sus escasos medios y recursos financieros y humanos, el entonces alcalde Secundino Claret Eixau acomete esa traslación de local que es relevante no tanto por el hecho en sí sino por cuanto que supone la consolidación del antiguo ensanche como nuevo centro de población y es entonces cuando el actual pueblo propiamente dicho se diferencia de lo antiguo, si bien ahormándose nuevamente entre la carretera y la vía férrea por lo que no acabará de resolver su laberinto urbano complicándose sus enlaces, entradas y salidas en comunicación zonal .  
Andamos mezclando conceptos de Progreso y Prosperidad a cuenta del derribo cuando son solo casos de evolución y cambio en adaptación a nuevas circunstancias y necesidades





[1] Estaba tan asumido la identidad de la Villa con su muralla que por aquel entonces los habitantes al pie del castillo radicados alrededor de la carretera decían “ir al pueblo” al recorrer el pequeño tramo que les separaba del casco urbano. Luego se hablaría de Pueblo por extensión a lo urbano existente entre la carretera y la vía férrea por contraposición a la zona playera.