La
contumacia en el error y la mala praxis merece una depuración y una corrección
que vaya más allá de escribir en la intimidad 100 veces en la pizarra “no
volveré a hacerlo más”. El silencio cómplice y encubridor también supone
prevaricación y el no contestar a los requerimientos escritos del propietario
es insulto más que menosprecio cuando no se resuelve errores o agravios bajo el
truco de ignorar problemas con “silencio administrativo” como si todos fuéramos
memos o cobardes incapaces por temerucos palurdos. (Llevo más de un año esperando respuesta y solución a pesar de haberme
entrevistado con ese arquitecto para explicarle mi escrito)
Cuando
todo se hace a la tremenda suele hacerse un resultado rematadamente malo y ese
mal hacer es causa sospechosa de incapacidad o impericia para vestir o ejercer
el cargo. Para quien no haya hecho la mili le recuerdo aquella Ordenanza que
decía “no se disculpara por la acción u omisión de otros en los asuntos que
deba y pueda vigilar por sí”. Basta de prepotencia y soberbia manejando
patrimonio ajeno en plan soviet avasallador con los vecinos. Espabilad y
mejorad, si queréis o sabéis hacerlo, para variar porque no me queda paciencia
ni comprensión para con vosotros.
No
os engañéis porque toda casualidad siempre tiene nombre y apellido detrás.