¿Semana Santa o Farsa
laica anual?
Entre marzo y abril de cada año se repite el
mismo protocolo anual: Tráfico (poderoso departamento coercitivo, sancionador y moralista, regulando sobre el tránsito de vehículos o vigilancia de carreteras) , con sus operaciones Salida y Entrada, se adueña de nuestras vacaciones y roba el primer
plano de protagonismo a la cuestión religiosa, consustancial a la Semana Santa,
al comenzar la sempiterna campaña amenazante de multas diciéndonos la cantidad de guardias que piensa colocar en ruta, los millones de
desplazamientos que se calculan y los radares que pondrán acechantes –por nuestra seguridad-
siguiéndole una serie de
manidos consejos consabidos. Ya saben eso de que un buen acollonamiento disuade más que mil consejos y una multa pagada ipso-facto y sin rechistar puede llevar un 50 % de rebaja.
(Este año nos innova el miedo con la tecnología a un paso de los drones militares o aviones no tripulados, una especie de radar-cop helicopter capaz, dicen, de fotografiar hasta la coronilla occipital del conductor).
(Este año nos innova el miedo con la tecnología a un paso de los drones militares o aviones no tripulados, una especie de radar-cop helicopter capaz, dicen, de fotografiar hasta la coronilla occipital del conductor).
Hace años que lo
de recaudar vía sanción es como la pesca milagrosa en nacional veda abierta y el hecho de que los
peces (automóviles y conductores de ciudad) salgan grupalmente de sus aguas urbanas y se echen a
nadar tontamente por carreteras hacia la periferia, hace que durante la ruta migratoria sean un caladero-festín
de ingresos de la necesitada estatal maquinaria oportunista, y este
dolor-sacrificio de ser cazado-multado, aunque
sea por menudencias infractoras, es asumido como efecto colateral de vivir en
manada, riesgo natural biológico de la especie humana tributaria; En simbiosis
con la ocasión suelen aparecer penitenciales huelgas, en cilicio añadidas, de
todo lo que más jorobe al viajero en esas fechas, dándole como dice el Romancero por do más pecado había; Descontamos las consabidas subidas de carburantes -justo en esas fechas, como siempre- y
atascos o malos humos de hacinamiento generalizado que, juntos o por separado, son compañía en fuego amigo graneado muy capaz de amargar nuestras ilusiones
puestas en una escasa semana de asueto.
Sigue después el
hombre del tiempo o meteorólogo, que rezuma miedo escénico por si le toca el papelón de aguar la
fiesta en algún proyecto vacacional de viaje y, por saboteador, recibir el varapalo del sector
hostelero de la zona afectada donde se coloca la isobara amenazante de mal tiempo.
Se supone que estamos en Primavera y la gente urbana solo entiende por buen tiempo el ponerse en traje de baño aunque sea marzo-abril y su derecho a tomar el sol, esté donde esté, por el solo hecho de ser su tiempo libre; Hace tiempo que se han dado cuenta que llamar mal tiempo a la lluvia, y al Sol buen tiempo, cuando estamos en sequia es un oxímoron que mosquea a una parte del personal pero para consumir hay que salir y para salir hay que tener sol y... dinero aunque solo sea para pagar lo justito después de multas y tributos. No todo va a ser Vía verde y coger espárragos o caracoles por los ribazos.
Se supone que estamos en Primavera y la gente urbana solo entiende por buen tiempo el ponerse en traje de baño aunque sea marzo-abril y su derecho a tomar el sol, esté donde esté, por el solo hecho de ser su tiempo libre; Hace tiempo que se han dado cuenta que llamar mal tiempo a la lluvia, y al Sol buen tiempo, cuando estamos en sequia es un oxímoron que mosquea a una parte del personal pero para consumir hay que salir y para salir hay que tener sol y... dinero aunque solo sea para pagar lo justito después de multas y tributos. No todo va a ser Vía verde y coger espárragos o caracoles por los ribazos.
Nunca llueve a gusto de todos y
siempre llueve cuando no hay escuela, tal y como se lamentaba un niño
damnificado y perjudicado por ver su tiempo libre frustrado al tenerlo
climatológicamente mediatizado por la Naturaleza.
Y es que si antes la queja sempiterna sobre el
tiempo provenía del agricultor preocupado por la futura cosecha, ahora es el
hostelero o comerciante –
de todo tipo, aunque no sea exactamente del tipo auto llamado empresario
turístico- quien suele mirar el cielo artificial, léase pantalla de tv, para
adivinar si logrará este año la vacacional ocupación plena-mínima-alguien que entre en el local y consuma algo, por la
anhelada llegada de visitantes y, esa es otra, un sin vivir por esperar de ellos la cosecha que buscamos: el gasto
rumboso que prolifere en eso llamado ocio ajeno para que se haga negocio propio.
Tiempo de cosecha siempre amenazada,
tiempo de recorte, rebaja y crisis, tiempo de empleo temporal y precario, tiempo de espera para engañar el balance
o cuenta de resultados anual y mantener los palos del sombrajo abierto. Tiempo
de desengaño aunque no queremos aceptar como lo que es y siempre fue: un voluntarista ensueño
señuelo, anhelo de lograr un buen sueño que siempre acaba en malbaratado final con un realista despertar.
Ha ya mucho tiempo que
socialmente la Semana Santa ha derivado mayoritariamente en Semana de Vacaciones: Viajes de Pascua,
escapada ciudadana cuasi fiesta campestre de la primavera o relajo de días para conocer mundo si no fuera por la lluvia y la tradición
familiar.
Claro es que la Semana Santa religiosamente tenía, y tiene, su razón de ser para el creyente en dos aspectos sustanciales: el cuaresmal que acaba en Jueves Santo y la Pascua con el penitencial recordatorio de la pasión y muerte de Jesús, periodo con sus ayunos y abstinencias, para seguir con el consiguiente festejo pascual de la resurrección y… la tradición ha generado toda suerte de emotividad más o menos profunda, imaginería religiosa más o menos barroca y recargada, más o menos solemne, pasos y procesiones, cofradías, penitentes, nazarenos, flagelantes y empalados, tambores, clavarios y costaleros, en apretada y arrebatada pasión por su respetable fe mostrada en la ocupación del espacio público, que no se merece quedar reducido a atrezo, o utilería escenográfica como si fueran figurantes televisivos de un paisaje en unas fechas determinadas .
Claro es que la Semana Santa religiosamente tenía, y tiene, su razón de ser para el creyente en dos aspectos sustanciales: el cuaresmal que acaba en Jueves Santo y la Pascua con el penitencial recordatorio de la pasión y muerte de Jesús, periodo con sus ayunos y abstinencias, para seguir con el consiguiente festejo pascual de la resurrección y… la tradición ha generado toda suerte de emotividad más o menos profunda, imaginería religiosa más o menos barroca y recargada, más o menos solemne, pasos y procesiones, cofradías, penitentes, nazarenos, flagelantes y empalados, tambores, clavarios y costaleros, en apretada y arrebatada pasión por su respetable fe mostrada en la ocupación del espacio público, que no se merece quedar reducido a atrezo, o utilería escenográfica como si fueran figurantes televisivos de un paisaje en unas fechas determinadas .
En torno a la festividad religiosa hay toda una variedad de actos que deriva en colectivo espectáculo público anual, larga y
trabajosamente preparado por fieles, que son los actores reales en su devoción personal y recreación figurativa de sus creencias, sin que ello
debiera ser suplantado por caducos protagonismos oficiales en figuración política, ocupando balcón y vistiendo el cargo en primeras filas acotadas y reservadas. Ya tiene bemoles eso de mezclar religión y turismo mediante oficialistas declaraciones de fiestas de interés o similares memeces burocráticas.
Transmutar todo
ello en algo banal de temporada como objeto escénico-folclórico o atractivo turístico, mero espectáculo complementario del ocio vacacional, bastardeando así la
tradición religiosa en la que se apoya y origina, es algo propio del oportunismo de lo mediático y lo
político que impera en nuestros días. Bastardeo que lo hacen de consuno rentabilizando el fenómeno social y trivializando así el aspecto religioso al poner
foco bajo aspectos de singularidad local, gastronómicos, fotogénicos y
coloristas, casi como retransmisión de eventos televisados con la concesión a la anécdota humana
en nonadas sobre si al salir el religioso paso, o no salir, se refleja la decepción de cofrades con frustración y pena sentida, según
climatología del momento.
Cuando se programa
ocio colectivo, pagado presupuestariamente y comunalmente como oferta municipal, bajo actividades lúdico-festeras para romper el tedio vacacional de
turistas y visitantes, es cuando se ve el hipócrita plumero y se riza el rizo de la tontuna general de esta sociedad civil por la que hemos convertido la vida y el calendario anual en sucesión de puentes y fiestas, la lluvia en factor de torpedeo del turismo y el vacacional verano como solo eje central económico de un mundo sin objeto ni objetivos, fuera del consumo y el movimiento espasmódico por la carretera a la menor ocasión.
Post-reflexión laica.- Los slogan en anuncios promocionales de ayuntamientos publicitados en periódicos estos días, mediante pago y con ocasión de la semana santa propia en cada localidad, es de antología pueril pues parecen mercantilizar sus procesiones religiosas con ánimo de lucro por rentabilizar visitantes; lo de las vacas saltarinas orpesinas merece mejor suerte de los hados del clima por su pertinaz constancia voluntarista en tentar la suerte fuera de temporada queriendo lograr hueco comercial o nicho de mercado en esto del lúdico esquilme al forastero.